EL SUR TAMBIÉN EXISTE

Si fuesen míos los paños bordados de los cielos, tejidos con luz de oro y plata, los paños azules, sombríos y oscuros de la noche, la luz y el crepúsculo, los tendería a tus pies. Pero yo, siendo pobre, sólo tengo mis sueños. he esparcido mis sueños bajo tus pies. Camina suave porque pisas mis sueños. w.b. Yeats





"Pero aquí abajo abajo,cerca de las raíces,es donde la memoria ningún recuerdo omite. Y hay quienes se desmueren y hay quienes se desviven y así entre todos logran lo que era un imposible. Que todo el mundo sepa que el Sur también existe" Mario Benedetti.


"Un escritor es algo extraño. Es una contradicción y también un sinsentido. Escribir es aullar sin ruido" M. Duras http://t.co/


sábado, 28 de abril de 2018

LA NOCHE DE LA FLOR DEL CACTUS. blog de la escritora de San Martín de Los Andes, Ana María Manceda: RESEÑA LITERARIA DE LA NOVELA “LA NOCHE DE LA FLOR...

LA NOCHE DE LA FLOR DEL CACTUS. blog de la escritora de San Martín de Los Andes, Ana María Manceda: RESEÑA LITERARIA DE LA NOVELA “LA NOCHE DE LA FLOR...: RESEÑA LITERARIA DE LA NOVELA “ LA NOCHE DE LA FLOR DEL CACTUS” AUTORA: ANA MARÍA MANCEDA 



          

Román Sabatier es arqueólogo. Nacido y  criado en la zona de La Vega de San Martín de Los Andes junto a su familia y a un viejo mapuche, Abel Furiman, aprende a amar la historia natural que transmite la geografía de esta región patagónica. Ya recibido y siendo profesor e investigador de la facultad de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional de La Plata estallará en su vida un juego trágico del destino. Los acontecimientos familiares estarán entretejidos entre la ciudad de La Plata, San Martín de Los Andes y  las vicisitudes políticas de la Argentina de 1973- 1974; juventud, nostalgia, utopías, amores, amigos, discípulos, familia, arqueología, ecología, estarán inmersos en los años de una década que determinó la vida de los argentinos sin concesiones

martes, 24 de abril de 2018

20 años de la muerte de Octavio Paz

Lunes, 23 de Abril de 2018 ESCRITORES.ORG.


20 años de la muerte de Octavio Paz

Este año se cumplen dos décadas de la muerte, el 19 de abril de 1998, de uno de los grandes intelectuales del SXX. Octavio Paz fue poeta, ensayista, traductor, diplomático, crítico de arte y el único premio Nobel de literatura mexicano.

Gerardo Guinea Diez lo definió como: “Sin duda, es de los últimos sabios humanistas y sus saberes enciclopédicos son un ejemplo de coherencia, disciplina, curiosidad intelectual, rigor y honestidad”.



octavio paz



Es de los pocos autores de los que se puede decir que su obra ensayística y su obra poética tienen igual grandeza, lo que hace difícil elegir uno solo de los imprescindibles ensayos que escribió, como: Árbol adentro, Libertad bajo palabra, El laberinto de la soledad, Piedra y sol, Los hijos del limo, El mono gramático, El arco y la lira, Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe, La llama doble.

Octavio Paz proponía una visión crítica, múltiple, moderna, reflexiva, valores que en el SXXI empiezan a desfallecer, y por ello el legado de Paz se vuelve cada año más importante.

En su obra supo aunar la herencia prehispánica, la herencia colonial y los impulsos modernos de los siglos XIX y XX.



octavio paz



En el momento de su fallecimiento existía una Fundación Octavio Paz que otorgaba premios y becas. En 1997 el gobierno otorgó una sede para la Fundación, pero no compró los archivos a su viuda Marie Jo Paz, se sumaron las desavenencias entre el director de la fundación Guillermo Sheridan y la viuda. Hasta 2003 se hizo entrega del Premio Internacional de Poesía y Ensayo Octavio Paz, pero también este acabó desapareciendo.

La sede, que estaba situada en casa Alvarado, en Francisco Sosa 383, ya no alberga la Fundación sino la Fonoteca Nacional.

Actualmente todo el archivo y la biblioteca de Octavio Paz está en poder de su viuda, Marie Jo Paz, que es ya muy mayor, y existe el peligro de que, si el Estado Mexicano no compra el legado, acabe en manos de prestigiosas universidades extranjeras.

En lo que respecta a la promoción editorial, Fondo de Cultura Económica sigue teniendo en su catálogo más de cuarenta obras del autor, lo que asegura su pervivencia en los lectores jóvenes, y El laberinto de la soledad sigue siendo de los libros más vendidos de la prestigiosa editorial.

viernes, 13 de abril de 2018

La libertad otoñal es un milagro

La libertad otoñal es un milagro

Gilles Deleuze
De joven eres fuerte en grupo;
de viejo, en soledad.
– Goethe
Luego llega el momento en que Picasso es viejo. Está solo, abandonado por su grupo, abandonado también por la historia de la pintura, que, entretanto, ha tomado otra dirección. Sin pesar, con un placer hedonista (nunca su pintura desbordó hasta tal punto de buen humor), se instala en la casa de su arte, a sabiendas de que lo nuevo no sólo se encuentra por delante en el gran camino, sino también a la izquierda, a la derecha, arriba, abajo, detrás, en todas las direcciones posibles de su mundo, inimitable, que no le pertenece sino a él (porque ya nadie lo imitará, los jóvenes imitan a los jóvenes; los viejos no imitan a los viejos).
No es fácil para un joven artista innovador, seducir a un público y hacerse querer. Pero cuando, más tarde, inspirado por su libertad otoñal, transforme una vez más su estilo y abandone la imagen que se hacían de él, el público dudará en seguirle. Federico Fellini, relacionado con los jóvenes del cine italiano (aquel gran cine que ya no existe), gozó durante mucho tiempo de unánime admiración; Armacord (1973) fue la última película suya sobre cuya belleza lírica todo el mundo estaba de acuerdo. Luego, su fantasía se desencadena aún más y su mirada se agudiza; su poesía pasa a ser antilírica; su modernidad, antimoderna; las películas de sus quince últimos años son un retrato implacable del mundo en el que vivimos: Casanova (imagen de una sexualidad ostentosa, que alcanza límites grotescos); Ensayo de orquestaLa ciudad de las mujeresY la nave va (una despedida de Europa, cuya nave se encamina hacia la nada, acompañada de arias de ópera); Ginger y FredEntrevista (gran despedida del cine, del arte moderno, del arte a secas); La voz de la luna (despedida final). Las tertulias, la prensa, el público (e incluso los productores), irritados en esos años por su estética tan exigente y por su visión desencantada del mundo contemporáneo, le dan la espalda; ya sin deber nada a nadie, saborea “la alegre irresponsabilidad” (lo cito a él) de una libertad que no había conocido hasta entonces.
Durante sus diez últimos años, Beethoven ya no espera nada de Viena, de su aristocracia, de sus músicos; él tampoco los escucha a ellos, aunque sólo sea porque está sordo; está en la cumbre de su arte; sus sonatas y sus cuartetos no se parecen a nada anterior; están lejos del clasicismo por la complejidad de su construcción sin acercarse por ello a la fácil espontaneidad de los jóvenes románticos; en la evolución de la música, tomó una dirección que nadie había seguido; sin discípulos, sin sucesores, la obra de su libertad otoñal es un milagro, una isla.
Milan Kundera
El telón
***
La vejez, vino a decirme, era en realidad ideal, porque en ella se alcanzaba una libertad que antes uno no tenía. Gran bocanada de humo después de decir esto. Rabia contenida, por mi parte. Se le veía feliz y bordeando una alegría extrema, insultante. Decidí preguntarle si no le parecía una obscenidad insoportable ser feliz. Respondiéndome como si hubiera detectado el odio que en aquel momento le tenía y quisiera aumentarlo, me dijo que, con mi permiso y aunque fueran ya las cinco de la tarde, iban a seguir varias reflexiones más sobre la felicidad, la última de las cuales giraría en torno a la felicidad de fumarse dos puros en Navidad. Y luego comenzó una larga monserga en torno a la idea de que eran libres e insubordinados los años de vejez. Dijo que el viejo en general es un verdadero hombre, porque sabe que es un hombre fuera de lugar, es alguien que llena de vida el espacio vacío de la vida y entiende el juego mejor que el jugador porque, al estar fuera de él, no está distraído por el esfuerzo al que está obligado quien participa en él.
Enrique Vila-Matas
Doctor Pasavento
***
La vejez no es un mal en absoluto. Con el dinero suficiente y si le queda a uno la salud suficiente, es maravilloso. ¿Y por qué es maravilloso? Bueno, creo que, en primer lugar, porque ya no queda más que la vejez, ante todo, uno ya ha llegado, ¿no?, no es poca cosa. No es un sentimiento de triunfo, pero, en fin, el hecho es que uno ya ha llegado. Uno ya ha llegado, después de todo, en un mundo que trae consigo guerras, porquerías de virus y todo lo demás… uno ha atravesado todo eso, los virus, las guerras, las porquerías: uno ya ha llegado. Y es un momento en el que ya no se trata de ser algo: se trata de ser, ser… Ya no hay que ser esto, ser aquello: es ser. El viejo es alguien que es… y punto. Siempre se puede decir: «Oh, es huraño; oh, no está de buen humor»; es a secas, vaya. Se ha ganado el derecho de ser a secas… porque, en cualquier caso, un viejo, alguien viejo siempre puede decir: «Yo tengo proyectos», pero es verdad y no es verdad. Son proyectos, pero no en el sentido en que alguien de treinta años tiene proyectos. En lo que me atañe, espero poder hacer dos libros que me importan: uno sobre la literatura, y uno sobre la filosofía. Espero poder hacerlo, lo que no quita que esté libre de todo proyecto, soy libre… sabes, cuando uno es viejo ya no es susceptible…
Uno ya no tiene… susceptibilidad, y además ya no se lleva ninguna decepción fundamental, vaya. Quiero decir que uno es mucho más desinteresado, cómo diría: uno quiere a la gente, de veras, por sí misma… Yo tengo la impresión, por ejemplo, de que la vejez afina la percepción: de las cosas que antes no habría visto, de las elegancias a las que no me había mostrado sensible –yo las veo mejor, porque miro a alguien por sí mismo, casi como si para mí se tratara de llevarme una imagen, un percepto, de extraer de él un percepto: todo eso hace de la vejez un arte. ¡Y los días pasan a tal velocidad! Con su escansión, el cansancio –pero el cansancio no es una enfermedad, es otra cosa. No es ni la muerte, ni la… es, una vez más, la señal del final de la jornada. Ahora bien, claro que hay angustias con la vejez, pero se trata de evitarlas, de conjurarlas. Es fácil conjurarlas, es un poco como con el coco: no hay que quedarse –o como con los vampiros, que por lo demás me encantan; no hay que quedarse solo por la noche, cuando empieza a hacer frío, porque uno es demasiado lento para salir del apuro. No, no hay que hacerlo, hay cosas que evitar, etc., pero… Y luego, lo maravilloso es que la gente te abandona, la sociedad te abandona, y eso, ser abandonado por la sociedad, es tal felicidad. Y no es que la sociedad me haya tenido muy enganchado, pero alguien que no tenga mi edad, o que no se haya jubilado, no puede figurarse la alegría que supone verse abandonado por la sociedad… Claro, cuando oigo a algunos viejos quejarse, bueno, son de aquellos que no soportan la jubilación, y desde luego no sé por qué: no tienen más que leer novelas, al menos descubrirán algo; no soportan, o… no creo en los jubilados que se… –salvo, tal vez, en el caso de los japoneses– que no pueden estar sin hacer algo. Quiero decir: es una maravilla, sí, te abandonan, y qué… o basta sacudirse un poco para que caigan todos los parásitos que has tenido en la chepa toda la vida. Caen: ¿y qué queda a tu alrededor? Tan sólo gente a la que quieres, sólo gente a la que quieres y que te soportan, que te quieren también cuando te hace falta: el resto te ha abandonado. Y aun así, cuando hablo, como yo, en ese momento, se hace muy duro cuando algo te alcanza. Yo no soporto, ya no tengo más que… ya no conozco la sociedad sino a través del recibo de la pensión todos los meses. Es algo –si no sé que soy un completo desconocido de la sociedad. Entonces, la catástrofe llega cuando hay alguien que cree que sigo formando parte de ella, y que me pregunta… Esto es algo completamente diferente, porque lo que estamos haciendo en este momento forma parte hasta tal punto de mi sueño de vejez… pero a quién me pide una entrevista, una conversación y todo eso, me dan ganas de decirle: «No, la cabeza ya no me funciona, ¿no estás al corriente de que soy viejo y de que la sociedad me ha abandonado?». Pero se está bien, te lo aseguro.
Gilles Deleuze
Abecedario con Claire Parnet
Imagen: Gilles Deleuze
Abecedario con Claire Parnet

viernes, 6 de abril de 2018

VIAJE HACIA LA CURVATURA DE LA LUZ. CUENTO DE ANA MARÍA MANCEDA


  VIAJE HACIA LA CURVATURA DE LA LUZ
      Ana María Manceda
  
                           
                No es lo mismo, desde ya, pero siento una caricia en la piel, este viejo zaguán con su puerta vidriada dejando fluir la luz del crepúsculo, con sus macetones repletos de flores me devuelven el olor de las plantas del pasado. La casa me espera con sus fantasmas, si no fuera por la alarma que parece presentirme y se apaga sola, creería que los años se hubieran detenido en mi niñez. Al entrar en la cocina-comedor siento un escalofrío, ahí está, la pantalla gigante, apagada, sin embargo te veo Yunus, estas ahí, ofreciéndome una copa de champaña y una sonrisa. Te eternizaste Yunus                                ¿Cómo poder vivir sin vos? Aquí estoy, tratando de aceptar esta existencia que atraviesa condiciones tan distintas de vida, pero existe algo que el hombre aún no ha podido cambiar, los sentimientos y eso es un gran triunfo de nuestra condición de humanos.
                Nuestra historia comenzó un atardecer de primavera. Llegué del laboratorio extenuada, el calor era insoportable. Sentí placer de estar en la casa fresca, ordenada. Bendito trabajo que me agotaba y no me permitía rumiar sobre mi soledad. Besé la foto de mi hijo con su familia, el sistema era antiguo pero bueno yo también era antigua, a los cincuenta y cinco el alma tiene sus huellas aunque la apariencia siga lozana. Gran ventaja la de transitar esta edad a fines del siglo veintiuno, las pastillas y las cremas son milagrosas. Mientras me preparo una ensalada prendo el plasma, me encanta seguir la novela de las ocho, la trama es interesante, pero el sonido de los arroyos y los olores de la flora de la hacienda donde ocurre el drama era  lo que me deleitaba. Recuerdo que cerré los ojos para respirar esa atmósfera, me prometí que en las vacaciones no iría al mar, contrataría una excursión a esa hacienda, cuando los abrí estabas vos Yunus, con la copa en la mano, de inmediato te reconocí, eras el ingeniero a quién le había hecho los análisis hace pocos días.   Hice lo que nunca me atreví, con tus instrucciones manejé el control y así pudimos charlar  ya ni recuerdo cuanto tiempo, nunca más me sentí sola. Desde ese día llegaba corriendo del laboratorio, me bañaba, perfumaba y cuando sentía que  brillaba prendía el plasma y comenzaban nuestras charlas, cenábamos juntos, nos reíamos ante la disparidad de comidas que inventábamos. No querías mostrarme tu casa de manera virtual,  querías que yo la conozca personalmente. Cuando decidí ir ya estábamos enamorados. Yo Mayra, viuda, sola, me había enamorado como una adolescente de vos Yunus, soltero, ingeniero de la Comunidad Latinoamericana, doce años menor.
                Como todas las ciudades satélites de la Capital, Cappa era ultramoderna, aunque cobijaba en algunos de sus barrios casas del siglo pasado, como la mía ¡eran tan encantadoras! De a poco le fui inyectando el confort moderno, conviviendo en ella el pasado y el futuro. Nunca había visitado una casa especialmente diseñada con aire de siglo veintidós hasta que visité la de Yunus, al entrar no pude disimular el impacto que me causó;  paredes acrílicas que se ahuman según el color  deseado o se dejan transparentes para que fluya la luz; todo funciona a energía solar, en el extraordinario baño lucen unas extrañas y bellas plantas, obtenidas por una cruza genética especial, se auto riegan  con la cantidad de nutrientes según los vayan necesitando. La bañera lo esperaba a Yunus con la temperatura ideal, él había programado la hora, la cantidad de agua, temperatura y espuma deseadas. Cenamos una comida exquisita ¿La cocinera? Un artefacto computarizado, la carne las untamos con una salsa que ni yo la hubiera logrado ¿Quién había puesto la mesa? ¡Sorprendente! Pedro, el robot, hacía todos los quehaceres domésticos, hasta elegía la ropa que iría al lavarropas. Deslumbrada entré al  universo de Yunus.
                Nuestra vida juntos siguió con nuestra actividad normal, yo en el laboratorio de análisis clínicos, él con su profesión que le exigía algunos viajes para asistir a  congresos planetarios pero los regionales los podía realizar desde la casa.
                Cuando me quedaba sola me divertía con Pedro, al que le faltaba reír y llorar ya que decía algunas frases programadas para ocasiones especiales, también me entretenía con las extrañas plantas, según la hora del día destellaban tonos dorados o intensos lilas, variando a su vez el perfume que exhalaban, era una fiesta para los sentidos. En otras oportunidades, cuando Yunus  se excedía en su trabajo, desde el dormitorio le cambiaba los colores de las paredes del escritorio, de un gris plateado a un rosado brillante, era un código entre nosotros, entendía que lo esperaba ansiosa. El instinto del amor y la pasión seguían incólumes a través de los tiempos. Algunas noches solíamos leer acostados, yo con mis libros de papel, necesitaba sentir en mis dedos el contacto con sus hojas, Yunus con su computadora  adaptable según la posición que tomara. En realidad era envidiable verlo como buscaba en instantes el significado de  palabras desconocidas o programar hologramas según alguna secuencia de la novela que leía, entonces me maravillaba ver en tridimensión paisajes y personajes que describía el autor pero con la imaginación de Yunus. Por supuesto se burlaba de mi antigüedad para leer, no me importaba, mis argumentos resaltaban el enriquecimiento de mi mente, cosa que él también lograba, no podía con sus teorías. Desde ya debía acostumbrarme a esa forma de lectura, no se fabricaba más papel, los bosques eran santuarios sagrados proveedores de oxígeno   y abrigo de especies en vía de extinción.
                El tiempo transcurría con nuestra dicha, mi hijo se sentía feliz de verme tan plena y lejos de la soledad. Algunos fines de semanas largos lo visitábamos en su hogar del  país vecino, con las nuevas autopistas y el puente internacional con la línea asfáltica para viajar sobre elevación computarizada llegábamos en un rato. El trayecto era fascinante, ya no se veían las villas miserias de mi niñez, ahora eran miles de pequeñas poblaciones automatizadas, idénticas, separadas por parques trazados de manera perfecta, en éstos lucían unos artísticos artefactos  que en realidad eran pararrayos. Desde la  altura de la autopista parecían villas de antiguos bungalows africanos, ya que sus techos estaban diseñados para regular la luz del sol, no se usaba la energía orgánica, hace años se había agotado el petróleo, solo algunos pozos, ubicados de manera estratégica, eran resguardados para alguna emergencia. Aún así, se notaba la diferencia de clases y si bien la violencia estaba controlada no había desaparecido. El mundo estaba esperanzado en la nueva camada de políticos que gobernaban, éstos debían seguir una carrera política, cursar post-grados y realizar pasantías en distintas regiones, de esta manera adquirían conocimientos para regular los recursos naturales y económicos de la población. La humanidad fue sufriendo una transformación espiritual, luego de cruentas guerras por el agua entre países hermanos,  la peligrosa situación ambiental de la Tierra provocó una sensación de unidad nunca conocida en la historia del hombre.
                Mi quiebre emocional comenzó luego de las grandes catástrofes que ocurrieron en el planeta. A fines del dos mil setenta desaparecieron unas pequeñas islas del Mar del Norte, los científicos habían previsto la tragedia  ocasionada por la elevación de los mares por el cambio climático global además de haber detectado un leve desvío de la Corriente Cálida Del Golfo lo que produjo un mayor enfriamiento en la Península Escandinava y las Islas Británicas, el paisaje nevado era una característica de  Londres, aún en Primavera y verano. En otras partes del planeta el calor tórrido era insoportable, solo la tecnología permitía su hábitat. La Región Pampeana sufría un clima subtropical y la Patagonia era un oasis templado con el consecuente y lento deshielo de sus glaciares. Una noche de agobiante calor entramos a la casa cerrándola herméticamente, ya no se podía estar en el patio disfrutando del pequeño jardín natural. Mientras Pedro nos servía un cóctel  decidimos sentarnos en el living y mirar el universo, corriendo una parte del techo deslizante, a través de los vidrios especiales que funcionaban a manera de telescopio. Teníamos todo el esplendor del cosmos ante nuestra vista. Yunus me explicaba que según  Stephen Hawking si seguimos un cono de luz hacia el pasado, éste se curva debido a la atracción de la materia del universo primitivo. En ese momento sentí el temblor, me recorrió la espalda, los muslos y las estrellas parecieron titilar a mayor velocidad.
—Mayra, la casa es antisísmica, no sé que pasa pero debe ser algo grave─. Dijo Yunus con preocupación. Encendió el plasma. Las imágenes eran de terror, se había desprendido una parte de la península de California, desapareciendo en el mar cientos de ciudades, el olor a azufre y a muerte inundó el living. El espectacular desprendimiento ocasionaba terremotos y remezones en todo el planeta, provocando tsunamis y desapariciones de costas habitadas. Ya los Geólogos habían previsto estas catástrofes, sus investigaciones coincidían que  en miles de años la península se desprendería del continente americano e iría hacia la deriva a acoplarse con la península de Alaska . El proceso había comenzado.
                Luego de esta tragedia surgió mi depresión. Era un pánico que entraba por mi cuerpo hasta hurgar en mi mente. En los círculos intelectuales se sabía que se preparaba un éxodo escalonado hacia otro planeta con condiciones  para desarrollar la vida, por supuesto esto llevaría miles de años y los primeros en viajar serían las familias más poderosas de la tierra. Pasé meses en un estado de estupor, el amor de mi hijo  y Yunus lograron rescatarme del abismo. Cuando tuve cierto equilibrio emocional y con ayuda profesional supe que debía enfrentarme a ese miedo ancestral de perder lo estable,  a mis seres queridos y sobre todo el sentido de pertenencia a este maravilloso planeta azul.
                Necesité visitar mi antigua casa, ahí es donde me encuentro al comenzar el relato, consejo del médico de recorrer y escribir sobre lo que provocara en mis sentimientos  este rincón de mi vida. En el momento que guardaba algunas fotografías en el bolso sonó el móvil, la carita de mi nieta apareció en la pantalla.
—Abu mirá la muñeca que me regaló Yunus.
 Una  Barbie de mi niñez lucía amorosa al lado de mi nieta, él a su lado, con su sonrisa que iluminaba el universo y no pude conmigo, lloré todo mi pasado y la transición que tuve que recorrer para llegar hasta este momento de la historia de la humanidad que aún no podía asumir. Sentí que hasta en la raíz de mis cabellos habitaba una memoria de mi lejana niñez y la de mis padres. Entre sollozos les pedí que no se preocuparan, era  la emoción pero yo sabía que rompía el estanque del tiempo, tenía que aferrarme a mis amores. Al cerrar la puerta de mi antigua casa, quise de manera simbólica cerrar una época vivida, con amor, con heridas, de manera  intensa, hasta la vorágine. Debía regresar al futuro, aceptar con humildad mi condición humana, hasta cuando Dios quiera, solo somos mortales***